★ ★ ★ ½ | Por Arturo Garibay
Es muy posible que, de primera instancia, el público pueda sentir que Los Camarones de Diamantina (Les crevettes pailletées, 2019) de Maxime Govare y Cédric Le Gallo son la iteración gay de la aplaudida Hombres al agua (Le grand bain, 2018) de Gilles Lellouche. Es cierto que ambas son comedias increíblemente efectivas y conmovedoras, con el poder para encantar al gran público y que ocurren en el mundo de los deportes acuáticos. Pero, siendo justos, la verdad es que Los Camarones de Diamantina brillan con su propia luz multicolor y pueden ser disfrutados allende cualquier comparación.
Matthias Le Goff (Nicolas Gob) es un premiado atleta de natación que hace un comentario homofóbico en televisión. De cara al escándalo mediático, la federación deportiva decide darle a Matthias un castigo ejemplar: el nadador tendrá que entrenar a un equipo de waterpolo conocido como ‘Los Camarones de Diamantina’, quienes pretenden participar en los Juegos Gay de Croacia. El choque entre este colorido equipo de jugadores y su flamante, egocéntrico e intolerante entrenador sacará chispas.
Construída como una comedia dramática capaz de sacar carcajadas en sus momentos más graciosos e incluso de exprimir alguna lágrima a los más sensibles, Los Camarones de Diamantina es mucho más que una película de nicho: es una cinta para el gran público. Pensarla como una historia de temática gay que solo es de interés para el público de la comunidad LGBTIQ+ es pensarla de manera incompleta. La película es un refrescante chapuzón y tiene un poder inmersivo con todo el público porque su relato está conectado a temáticas universales: la amistad, el deseo de triunfo, el fracaso, la familia, los lazos, las mentiras y las medias verdades, la vida y la muerte… puros conceptos con los que todas, todos y todes nos podemos identificar.
Con todo, ciertamente Los Camarones de Diamantina también tiene marcado su discurso en pos de la diversidad, el respeto por las diferencias y la representavidad. Al tratarse de una comedia, el mayor reto quizás era el de rebasar la caricatura y entregar personajes redondos y auténticos. Eso pasa mucho, ¿no? Encontrar personajes gay caricaturizados, que son una pantomima ridícula y plana.
Sin embargo, en la cinta de Govare y Le Gallo ocurre algo muy interesante en ese sentido: abrimos el relato conociendo a estos personajes un poco así, perfilados desde el estereotipo, pero pronto todos van creciendo y mostrando sus facetas. Los Camarones al final son un solo personaje colectivo que se estructura a partir de las muchas formar que tienen los personajes de vivir su homosexualidad pero, por encima de todo, de afrontar los retos de la vida que todo ser humano ha de ir sorteando.
El ánimo polifacético de la graciosa y entretenidísima cinta —que no suelta al espectador de principio a fin y que hace al público dejar la sala con una sonrisa— termina redondeado por su progresión mutante. La cinta inicia como una comedia de polos opuestos que se transforma en una road movie y concluye como una película deportiva de esas de competición, donde esperamos que el participante más desventurado consiga sacar la casta y hacerse con la medalla. En sus tres perfiles, la película sale airosa.
Los Camarones de Diamantina es una película ligera, directa, actuada con los desplantes interpretativos que la trama y el tono demandan, de verdad muy divertida. El filme fue premiado en el Festival Internacional de Cine Cómico de Alpe d’Huez con el premio especial del jurado. Y te lo digo en serio: te va a sacar risas bobas, sonrisas, vas a disfrutar mucho tus palomitas. Ahora que lo pienso, hasta es una buena experiencia para ir en compañía y compartir el buen humor y la buena onda con la que la película empapa las butacas desde la pantalla.