En el corazón de la selva que comparten México y Belice encontramos una historia donde naturalismo y misticismo se rozan por las puntas. Este relato lleva por título Selva Trágica y va firmado por Yulene Olaizola. La cineasta mexicana vuelve a apostar por un escenario que sirve como musa y cobijo de los conflictos de sus personajes en este premiado largometraje que ya ha recogido reconocimientos en los festivales de Venecia, Biarritz, Varsovia y Guadalajara.
Selva Trágica presume así una historia atrapante en un contexto cautivador: el de los productores de chicle. El filme nos interna de este modo en un mundo fascinante, naturalmente frondoso, donde la traición y las leyendas delinean la ruta. En Selva Trágica hay trazas de drama de supervivencia, de cine de época, de película de vaqueros y hasta de horror y fantasía. Es una película muy completa y singular, con un ritmo parsimonioso y una trama magnética.
Tras el estreno mexicano de Selva Trágica en el 35 Festival Internacional de Cine en Guadalajara, en TOPCINEMA logramos charlar con Yulene Olaizola sobre la gran aventura épica de filmar esta cinta, la inspiración y cómo es que la geografía se ha vuelto sustantiva en las historias que le interesa contar.
Selva Trágica es, visualmente, una película exuberante por decir lo menos. No sé si esta primera pregunta sea rara pero… ¿la naturaleza fue generosa con ustedes durante el rodaje? ¿O fue brusca?
Podría considerarse que sí. Digamos que antes de confiar en la suerte de que la naturaleza nos tratase bien tuvimos que hacer mucha preparación para, por ejemplo, escoger la época del año correcta para filmar. Y pensar en todas las cosas que uno puede hacer para tener cierto control cuando se filma en exteriores, para poder «dirigir al paisaje», que es una cosa que a mí me gusta mucho. Entonces uno pone mucha atención en elegir las horas en las que filmas, los días, las épocas del año.
Tuvimos un rodaje muy planeado para encontrar condiciones específicas que nos favorecieran. Y, por supuesto, hay que improvisar mucho, porque así como un día puedes tener buena suerte porque querías filmar cuando estuviera nublado y así sucede, también puede ser que quieras filmar soleado pero empieza a caer una tormenta. Más que esperar a que la suerte te acompañe, lo que uno puede hacer para sacarle provecho a esa naturaleza exuberante, como bien la describes, es adaptarse todo el tiempo, tener disposición a cambiar de plan y adaptarte a lo que la naturaleza te da.
No he podido dejar de pensar en lo importante que es el entorno, el espacio y la geografía para tus personajes y para tus películas. Ocurre, creo yo, en Paraísos Artificiales, ocurre de cierto modo también en Fogo. Y ahora en Selva Trágica. ¿Es algo consciente? ¿Te viene de la cabeza o simplemente sucede y aparece desde las tripas?
Creo que es más de las tripas. Poco a poco me he ido dando cuenta de esa característica de mis películas, me he ido haciendo más consciente de ello. Creo que tiene que ver con el hecho de que para mí el cine tiene la capacidad de hacernos viajar a otros espacios y otros tiempos, esa posibilidad del cine de entenderlo casi como una máquina del tiempo. En este caso, tanto como espectadora como realizadora, cuando salgo de mi entorno y me enfrento a filmar en lugares remotos, me obligo a vivir una aventura. Y en ese sentido, sí me gustan esas aventuras. Es que me gusta el cine de aventuras, por ejemplo el cine de Herzog, que está lleno de aventuras alocadas.
Todas mis películas se caracterizan un poco por eso: empiezan como ideas que tienen que ver con una locación. Primero encuentro los lugares donde quiero y decido filmar. Después encuentro las historias y los personajes que las van a protagonizar. En este caso, yo ya conocía la región del sur de Quintana Roo, Chetumal, la frontera con Belice. Fue ahí donde conocí el contexto de la producción del chicle, lo importante que es para el desarrollo de la zona. Muchos poblados se crearon porque eran campamentos donde trabajaban chicleros. Conocí lo relevante que era el chicle de nuestro lado y del lado de Belice, las historias de contrabando de chicle o de alcohol en la época en que está ambientada la película. Viajé a esa región, hice investigación y ahí fue que me encontré también con el mito de la mujer Xtabay de la cultura maya. Y de pronto ya tenía conmigo los elementos que iban a dar forma a Selva Trágica: el chicle, Xtabay y la geografía fronteriza tan interesante, multicultural. Se mezclaron las tres ideas para hacer el guion.
Quisiera que me cuentes un poco sobre la fotografía, particularmente sobre el viaje entre la imagen filmada y su trayecto hacia la corrección de color. Es inevitable notar el ‘look’ de la película.
La fotografía corrió a cargo de Sofía Oggioni, una cinefotógrafa colombiana. Quería encontrar un equipo creativo donde hubiera mujeres, sentí que eso podía ayudarle a la actriz principal [Indira Rubie Andrewin] ya que la iba a colocar en un universo masculino con el cual no iba a poder comunicarse en la vida real porque ella solo habla inglés y la mayoría del crew solo hablaba español. Sofía es una fotógrafa que ya antes había trabajado en el Amazonas, en la selva colombiana y justo era la candidata ideal.
Hubo todo un proceso de corrección de color que se hizo de manera remota. Fue un proceso complejo porque se nos cruzó la pandemia a mitad de la postproducción. Me mandaban avances, yo lo supervisaba. Pero más allá de ese reto, teníamos muy claro lo que queríamos: buscábamos retratar a la selva con cierta oscuridad, no tan amarilla, sino más bien fría y oscura, con contrastes muy fuertes, que no fuera un lugar de verano a donde uno quisiera ir a pasear, sino que tuviera una cosa más perturbadora. Eso se trabajo desde la búsqueda de locaciones, el trabajo con Sofía, la idea del color…
Hay un momento, cuando Agnes está inconsciente y todos los hombres la observan… y voy a atreverme a hacer la analogía… que es un momento muy à la Blancanieves y los siete enanos [risas]. Creo que ahí me di cuenta de que el relato iba a ir tomando un giro de cuento aciago, de leyenda maldita, no lo sé. Es sutil, creo, pero hay una cierta relación entre naturalismo y mística en la película.
Sí, totalmente. Creo que tu lectura es totalmente acertada [risas] De hecho, déjame decirte que en algún momento, cuando estaba haciendo el casting con actores naturales y actores profesionales, me di cuenta que yo me estaba enamorando de Indira como actriz, pero que me preocupaba su tamaño en comparación al del reparto masculino. Es que ahorita que dijiste «Blancanieves y los siete enanos», pues sí, yo me di cuenta en mi proceso de esa coincidencia. Ella es muy guapa, de una belleza fascinante, pero además mide más de 1.80; cuando la ponías junto a los chicleros o los personajes mexicanos, pues ella caminaba entre hombres de 1.50 o 1.60, qué se yo. Así que claro que puede pasar que uno piense en la escena donde los enanos están viendo a Blancanieves tendida en su cama.
Y pues sí, efectivamente, la película arranca con un tono más naturalista y poco a poco va filtrándose la fantasía, los mitos, la imaginación de los propios chicleros… qué tanto es fantasía tal cual en la cabeza de estos hombres o qué está sucendiendo en realidad. La idea era trabajar esa frontera entre el realismo y lugares tan místicos como la selva maya. Y por muchas razones, no solo por las leyendas que hay, sino porque una vez que te trasladas al centro de la selva, al corazón de la selva, vives muchas cosas que no puedes explicar. Hay miles de criaturas rodeándote, miles de sonidos, cosas que no puedes ver, te suceden cosas que no tienes cómo poderlas explicar. De ahí surgen tantos mitos. Para mí era muy importante recuperar esa parte. Eso era de lo que más me atraía del proyecto, no solo la parte realista sino poder trasladar el relato a otro tono.
Otra cosa que vi en la cinta fue una especie de relación triangular entre lo femenino, lo masculino y lo salvaje. ¿Esperabas construir una relación o transferencia de este tipo?
Uno de los conceptos al desarrollar una película, que no son reglas o nociones muy racionales, es esto de la «ley de los espejos». El río Hondo divide a estos dos países, ¿cierto? Es un territorio que tiene la misma selva de un lado y del otro. Y luego tenemos lo femenino y lo masculino. El mundo real en contraste con el mundo de fantasía. Tenemos también dos personajes, uno de cada lado de la frontera, que están tuertos: un tuerto beliceño y un tuerto mexicano. Las dos hermanas que aparecen al principio, una muy casa y pura, la otra con mucha experiencia con los hombres. Empecé a entender la película como un juego de dualidades que contrastan. Es algo que intentamos rescatar. Más que relaciones triangulares, veo muchas dualidades en la película.
Y otra relación que se manifiesta es entre nociones como Eros y Tánatos.
Totalmente, por supuesto. Y también otra relación es la que hacemos al comparar a las «bestias» humanas con las «bestias» de la selva. Hay un juego que hacemos entre los monos y los simios que somos los seres humanos.
Al final, y dejé esta pregunta para el final porque esto fue algo que me ocurrió ya cuando la pantalla se fue a negros: al final me quedé con la sensación de que la película estaba emparentada con el cine de terror. La muerte, la paranoia, el desasosiego, el diablo… todos son elementos del cine de terror.
Nunca he sido mucho de cine de terror, no es de mis géneros favoritos. Pero sí sabía que esta historia tenía un toque de eso porque la leyenda de la mujer Xtabay sí genera miedo en quienes la conocen o entre quienes dicen que esta mujer se les ha aparecido. Si se cuenta como una historia de miedo. Sabía que la película al final podía tener algunos elementos que podían coquetear con ese género, sin que se vuelva una película de terror, pues no es una película que te vaya a dar miedo. Pero si tiene algunos recursos muy visuales que hacen guiños al terror o la fantasía.
Traté de mezclar todas estas ideas de forma muy orgánica, como lo iba pidiendo el mito o la leyenda, sino forzar los elementos. Las ideas y coincidencias que fueron surgiendo en la película. Otra cosa es que también tenía yo la idea de que Selva Trágica fuera una especie de western en la selva. Todo esto tiene que ver con el contexto. Eran personas que vivían armadas, contrabandeando, peleándose con el vecino. El reto era encontrar cómo eran las historias o leyendas para incorporar todo a la película.
Selva Trágica es una producción de Malacosa Cine y Varios Lobos. En cines mexicanos en 2021.