★ ★ ★ ★ | Por Arturo Garibay

Acabo de tener mi primera gran experiencia fílmica del año. Recién veo Bacurau: Tierra de nadie y solo puedo decir que es una cosa tremenda, interesantísima y potente. Bacurau transita entre el drama social, el thriller cotidiano, el elevated horror al estilo latinoamericano y las películas de masacre. Y no falla en ninguno de sus frentes.

Bacurau es un pequeño y penitente pueblo brasileño que llora la muerte de su matriarca y padece por la falta de agua, solapada por la alcaldía en turno. Un buen día comienzan a ocurrir acontecimientos desconcertantes: el pueblo deja de aparecer en los mapas, la señal de telefonía móvil desaparece y comienzan a registrarse muertes violentas en derredor. Es como si Bacurau tuviese que desaparecer de un día a otro.

Como ya lo he expuesto al principio, Bacurau: Tierra de nadie tiene muchas aristas. Por un lado, tenemos una pieza de suspenso trepidante, que va formulando pregunta tras pregunta. Luego tenemos un relato sobre ambición, conveniencia e invasión. De intervención extranjera. De codicia y conveniencia política. De la inhumanidad de nuestros tiempos. De los intereses particulares imponiéndose a los intereses públicos. Del sentido de comunidad y del poder oculto que emerge cuando un pueblo hace frente al mal común. La suma nos da una película estremecedora y feroz.

Al modo de Fuenteovejuna, el personaje principal de Bacurau es el pueblo. A través de cada personaje, el filme articula la voz y el sentir de toda la comunidad. En ese contexto, el personaje colectivo descubre la maldad que se cierne sobre él. Y, como en la pieza municipal de Lope de Vega, se construye un contraste entre en polos opuestos de lo humano y lo civil. Hasta podríamos decir que es una pieza de horror social.

Además, Bacurau nos muestra el reverso de la moneda. Cuando Hollywood retrata al gringo armado como el paladín y el salvador que debe luchar contra la maldad extranjera, en este filme vemos el negativo fotográfico de esa imagen: el gringo armado como un exterminador insensible, embebido por los actos violentos articulados por un espíritu más deportivo que revolucionario o justiciero.

Acuñada con visión por el director de Aquarius (2016), Kleber Mendonça Filho, en acertado contubernio con su otrora diseñador de producción Juliano Dornelles, Bacurau: Tierra de nadie inicia casi como un episodio de La Dimensión Desconocida que, demoledoramente, no traza una línea de ciencia ficción entre la pantalla y la vida real. Por el contrario, nos muestra cómo se va cerrando la brecha entre la distopía y nosotros: sí, el sistema está roto. Los habitantes de Bacurau tienen algo qué decir al respecto, porque se están jugando la existencia, no más.

Ganadora del Premio del Jurado en Cannes 2019, premiada en Sitges y nominada este año al Premio del Público y el Premio a la Película Independiente en los Gotham Awards, entre muchos otros reconocimientos. A todas luces, una pieza fílmica imperdible.


Bacurau: Tierra de nadie ya está en cines y ciudades seleccionadas. Un estreno de Cine Caníbal