Gracias a Cuatro estaciones en Japón y El gato y la ciudad, Nick Bradley se ha convertido en uno de los autores más interesantes de la actualidad. Su prosa ha convencido a los lectores de todas las latitudes.
Durante su pasada visita a México, para participar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Bradley charló con TOPCINEMA sobre sus fijaciones, cómo nació su fascinación por los gatos, las recurrencias japonesas e, incluso, cómo el cine, la música y los videojuegos han influenciado su manera de contar historias.
¿De dónde viene tu interés por los gatos?
En mi hogar de la infancia —mucho tiempo antes de que me fuera a vivir a Japón— siempre tuvimos perros. No fue sino hasta mis veintitantos, cuando me mudé, que me di cuenta de que en las calles japonesas hay muchos gatos callejeros y, no lo sé, me volqué hacia ellos en busca de apoyo emocional. En las calles, los japoneses me veían siempre como un extranjero, como alguien raro, ese sujeto alto, rubio, de ojos claros; pero los gatos simplemente me veían como a cualquier otro ser humano. Al mismo tiempo, empecé a leer mucha literatura japonesa y me di cuenta de que, continuamente, la figura del gato se manifiesta en sus ideas de ficción. En una confesión más personal, el gato que aparece en la novela El gato y la ciudad está inspirado en mi propia mascota, la cual tristemente ya falleció.
¿Qué te llevó a escribir ficción de entre todas las formas de literatura que existen?
Es una buena pregunta. Sucede, creo, que la ficción siempre ha sido mi favorita, eso era lo que leía de niño. Pero también me gusta leer poesía… Incluso, cuando era más joven, llegué a escribir poemas, pero nunca se los he mostrado a nadie, no son tan buenos.
¿En dónde encuentras inspiración?
En el cine. Es que el cine es una de mis más grandes pasiones, y fue importante para mí durante mis días viviendo en Japón. Pero no me limitaba a ver cine japonés, a mí me gustan las películas de cualquier parte. De hecho, déjame contarte que mientras estaba escribiendo El gato y la ciudad, hubo una película mexicana que se convirtió en una inspiración importante: Amores perros de Iñárritu. Cuando era joven vi esa película y tuvo un impacto profundo en mí. Y durante el proceso creativo de mi primer libro volvió a mí. Estamos hablando de una película que ocurre en una gran ciudad —la Ciudad de México— y que gira en torno a los perros; de uno u otro modo me ayudó con mi relato sobre Japón y los gatos.
Creo que, de manera “subliminal”, el cine mexicano y el cine en español, así como el cine en general, me inspiran al momento de escribir.
¿Cómo experimentas el acto de escribir? ¿Es organizado y disciplinado, o lo vives como un impulso que emerge de súbito?
El gato y la ciudad fue escrito durante la maestría en Escritura Creativa que estaba cursando. Es un relato que tiene una estructura que se siente episódica, y eso se debe a que me encontraba trabajando en estos talleres que formaban parte del plan de estudios. Así que tenía que mantener las historias casi con una identidad unitaria. Sin embargo, Cuatro estaciones en Japón fue un reto para mí mismo, casi en plan de “ahorita sí tienes que escribir un libro que se sienta mucho más como una novela”. El reto fue particular, porque además del relato principal, tenía que escribir la novela que ocurre dentro de la novela. A lo que quiero llegar es que escribir un libro es un proceso largo y uno debe saber que es un compromiso de al menos un par de años.
Eso sí, admito que no soy el mejor para “planear” y organizar al momento de escribir. Lo que intento hacer es escribir de principio a fin, y después me concentro en pulir el texto, en vez de planear meticulosamente. Cambiar, editar y pulir, ese sería mi proceso.
¿Qué crees que hay en el núcleo de tus fijaciones narrativas?
Yo siempre empiezo con los personajes, pero la atmósfera también es muy importante para mí, eso se nota especialmente en el segundo libro. Ese texto tiene cierta inspiración de los haikus, los cuales suelen estar asociados con las estaciones del año. En ese sentido, mi segunda novela es más estructurada; la primera es como un mixtape de esas que grabábamos cuando éramos jóvenes.
Los procesos creativos son raros y tienen su propia vida. Otra confesión: un día, cuando estaba escribiendo Cuatro estaciones en Japón, me puse a jugar el videojuego The Last of Us, el cual cuenta su historia utilizando las cuatro estaciones como vehículo narrativo. En la narrativa occidental, se suele trabajar con estructuras de tres o cinco actos, pero las historias japonesas suelen ser de cuatro actos, así que un año entero es un recipiente fantástico para una narrativa de cuatro actos: primavera, verano, otoño e invierno. Eso era perfecto para mi libro. Y eso impactó en la atmósfera, pues el tiempo empezó a convertirse en algo importante para mí como autor, además de los personajes.
¿Qué papel juega la música en tu proceso creativo?
La música es lo más importante que hay en mi vida. Si pudiera elegir entre volverme ciego o sordo, preferiría la ceguera, pues no creo que podría sobrevivir sin música. Cuando escribo literatura, pienso mi narrativa en términos musicales. Escucho música mientras escribo. Para mí, un capítulo es una canción; un libro entero es como un álbum completo. La música es la cosa más maravillosa del mundo. Si pudiera ser músico, lo haría; sin embargo, hay algo en mí que me empuja a mantener la música como algo sagrado.
Me encantan las ediciones de tus libros, ¿cómo te sientes respecto a ellas?
Mi editor británico es buenísimo al momento de decidir cómo se verán mis libros. Amo las portadas, la forma en que están impresos, todo. Y en las ediciones en español han hecho también un trabajo fantástico, tomando aspectos de las ediciones internacionales y transformándolas maravillosamente. Por ejemplo, ¿qué tal el azul que usaron para El gato y la ciudad? Es asombroso, bellísimo. Me considero un autor muy afortunado. Como escritor, sólo eres responsable por el texto; sin embargo, al final del día, publicar un libro es un trabajo colaborativo. Confío totalmente en el equipo de las ediciones en español.
Esa expresión de “no juzgues al libro por su cubierta”, al menos en el caso de la literatura, no es del todo cierta, porque los libros dependen de sus portadas para llamar la mirada de los lectores; una gran portada puede hacer que alguien decida tomar un libro de la estantería y ver “qué onda” con él.
¿Cuál es la función de la literatura?
Creo que sirve para preservar el pensamiento y el carácter de la humanidad. Y, sin embargo, al decir esto sé que me estoy quedando corto. Es difícil decirlo en pocas palabras, creo que la literatura puede servir para cualquier cosa porque es un arte. Lo maravilloso de la literatura es que el universo que habita en ella es inabarcable. Todo lo que se necesita para que alguien pueda crear con la palabra es una pluma y un pedazo de papel. No creo que la literatura deba cumplir con la labor de “hacer algo”, pero en ella caben en igual medida el entretenimiento que las conexiones que crea entre las mentes del mundo, o la inspiración. Por ejemplo, quien se ponga ahora mismo a leer a Cervantes, a Don Quijote, estará conectado con la mente de una persona que vivió hace cientos de años. Eso es tremendo.
El gato y la ciudad y Cuatro estaciones en Japón están disponibles en tiendas de libros físicas y digitales.
Para más información sobre el autor, visita su website oficial.
FOTO: FACEBOOK / EDICIONES URANO